Quiénes somos

Mi nombre es Lucía Martín. Soy la fundadora y gerente de L’atelier de Lucia, la presente tienda on-line dedicada a la venta a distancia de diversos productos para la realización de labores tales como patchwork, punto de cruz o bordado, y la cual se ubica físicamente en Sequeros, un pequeño pueblo del Sur de la provincia de Salamanca.

 

          Aunque la actividad de L’atelier de Lucía ha comenzado recientemente, el mundo de las labores siempre ha estado muy presente en el seno de nuestra familia. Es por ello que la historia de L’atelier de Lucía no comienza con su apertura, sino mucho antes.

 

          Y es que desde bien pequeña, mi madre ya sabía coser, pues en aquellos tiempos en los que aún separaban en las escuelas a los niños de las niñas, las clases de costura eran una de las asignaturas obligatorias para estas últimas. Mi madre, aventajada entre el resto, con tan sólo 10 años comenzó a bordar preciosos y laboriosos ajuares que le eran encargados por la gente pudiente de la época, y más tarde, en su juventud, estudió corte y confección en Salamanca. Aunque finalmente no se dedicó de manera profesional a ser modista, en nuestra casa siempre hemos tenido el privilegio de poder contar con vestidos, camisas, trajes, abrigos, etc., hechos a nuestra medida y a nuestro gusto. Nos encantaba todo aquel proceso que comenzaba con la elección y compra del retal en unos grandes almacenes de Salamanca, y que, tras el corte, el hilvanado, las pruebas, los reajustes y la costura, terminaba con el estreno de la prenda en cuestión en algún evento importante.

 

         Creciendo en este contexto, en el que no sólo mi madre cosía y bordaba, sino en el que veía también a otras personas de la familia (siempre del género femenino, qué se le va a hacer…) hacer ganchillo o prendas de punto, era casi imposible no sucumbir al placer que supone hacer este tipo de trabajos. Sin embargo, no fue nadie de mi familia quien me enseñara a coser por primera vez, sino dos monjas que venían a nuestro pueblo para darnos catequesis a los niños. Todos los jueves por la tarde se armaban de paciencia para enseñarnos a bordar a las que quisiéramos, y entre risas, canciones y alguna que otra trastada, terminamos aprendiendo desde el más simple pespunte hasta la más complicada vainica. En mi caso, lo que más me atrajo de todo lo aprendido fue el punto de cruz, ya que como siempre me había gustado la pintura y el dibujo, aquello era una nueva forma de pintar y dibujar. Me fascinaba la multitud de colores y tonalidades diferentes que tenían las madejas Mouliné. Tanto era así, que ahorraba cualquier cantidad de dinero que recibiese, para comprar en Salamanca un nuevo tono de morado, amarillo o azul, y poco a poco, casi terminé por hacerme con la gama entera de la marca Anchor.

 

           Posteriormente, y tras pasar por una época “ganchillera” de la mano de una de mis tías, otra de ellas, residente en Cataluña, llegó un verano a nuestro pueblo con trabajos de patchwork que estaba aprendiendo a realizar allí. Todas nos quedamos impresionadas con aquellas labores compuestas por telas de estampados tan variados y bonitos, y todas quisimos aprender enseguida. No obstante, y aunque mi tía nos traía o enviaba los materiales que le pidiésemos, la falta de una tienda especializada en Salamanca hizo que finalmente aparcásemos las labores de patchwork empezadas.

 

           Sin embargo, tras haber acabado los estudios universitarios y al volver a tener algo más de tiempo libre, el gusanillo del patchwork volvió a picarnos, y a pesar de que seguía estando ahí la contrariedad de no poder adquirir telas de algodón que nos gustasen, hilos para quilting, etc., en alguna tienda cercana, Internet nos ofrecía un mundo nuevo de posibilidades. Nos decidimos a hacer alguna que otra compra on-line y quedamos muy agusto con los pedidos, pero elegir una tienda adecuada no fue tarea fácil: a veces las fotos del producto no eran todo lo buenas que hubiésemos deseado, en otros casos, las descripciones de los artículos eran insuficientes, y en numerosas ocasiones nos daba la sensación de visitar una tienda donde no había una persona realmente apasionada por lo que estaba vendiendo.  

 

           Es pues en este punto, donde comienza a surgir la idea de L’atelier de Lucía. En nuestra tienda, al haber sido “cocineros antes que frailes”, partimos del propósito de intentar proporcionar a nuestros y nuestras clientes todo aquello que en su día echamos en falta como compradoras. De esta manera, en L’atelier de Lucía esperamos poder conseguir vuestra total satisfacción desde el momento en que entréis en nuestra tienda, hasta la recepción de vuestros pedidos, en el caso de que decidáis poner vuestra confianza en nosotros.

 

            Así pues, os deseo una agradable visita a L'atelier de Lucía:

 

Lucía Martín